Celebrar la vida
Este
probablemente sea hasta ahora el post que más trabajo me ha costado escribir,
pero de alguna manera sentía que me lo debía y se lo debía a aquellas personas
que me inspiraron para poder hacer realidad estas letras, así que después de
mucho tiempo y de semanas pensando en que necesitaba hacerlo, aquí esta.
Cada
uno de nosotros vive y experimenta de manera muy individual el proceso de
duelo, de sanación y de despedida hacia nuestros seres queridos que se han ido.
No pretendo absolutamente nada más que compartirles un poquito la manera en que
yo logré encontrar paz después de perder a personas que significaron tanto en
mi vida. Después de todo, repito este proceso es personal y cada persona es
libre de experimentarlo a su manera. Y es que creo que de algún modo cuando
atravesamos por este tipo de experiencias hay algo en nosotros que cambia, es
como si pudiéramos ver la vida con un poquito más de significado, de valor,
quizás es también un latente recordatorio de que somos seres finitos y frágiles
en un mundo tremendamente impredecible.
Por mucho tiempo estuve confusa, enojada, tratando de entender porqués que nunca logré contestarme, buscando respuestas e imaginando posibilidades que se escapaban de mis manos. Si bien es cierto que el tiempo es un aliado que nos ayuda a hacer más llevadero dolor, también es cierto que el perder a un ser querido no es algo que como dirían algunos, “se supera”, creo que va más de aprender a vivir con ello. ¿Y es que realmente quisiéramos dejar en el olvido a alguien que significó tanto? Probablemente lo que buscamos más que olvidar es aprender a recordar sin que nos duela cada vez que se nos viene a la mente. Por lo que creo que quizás la manera más bella de tener presente a una persona que ya no esta, no es enfocarnos en la pérdida ni en el vacío que nos ha dejado, es por el contrario celebrando su vida, agradeciendo la enorme suerte de habernos podido encontrar en algún punto de nuestra existencia.
Hay una frase de Hellen Keller que dice que aquello que amamos
profundamente se convierte en parte de nosotros mismos. ¡Que bello regalo tener
la posibilidad de llevar con nosotros siempre ese algo que nos hace sentir más
cerquita de alguien que, aunque ya no está pareciera como si nunca realmente se
hubiera ido! Que paz encuentra uno al mirar al cielo, sentir el suave roce del
viento y por alguna razón saber que no estamos solos, de escuchar esa canción mientras
caminamos o disfrutamos de un bello día, del atardecer, el mar o hasta de la
lluvia, de reconocer ese aroma, ese perfume, de mirar esa película o leer ese
libro, saborear ese platillo, visitar ese lugar que tanto le gustaba, de usar
esa prenda, ese amuleto de la suerte, que ahora es infinitamente más valioso.
Qué maravilla poder ser dueños de esos instantes, de ser testigos que las
personas realmente nunca nos abandonan del todo. Qué lindo es el día que,
aunque con nostalgia, somos capaces de abrazar esos momentos compartidos, las
risas y los consejos. De tomarnos ese tecito, esa copita a su salud, de vivir
¡caray! Y mandar besos al cielo, escribir esa carta que llevamos dentro, de
dejar salir las lágrimas y al mismo tiempo sonreír porque de alguna manera
sabes que te cuidan, que están contigo en ese logro, en ese sueño, en esa
tristeza y hasta en esa angustia.
No es fácil extrañar tanto a alguien a quien siempre querremos y
llevaremos en nuestro corazón, no es fácil mirar al calendario y saber que hoy
se cumple un día importante, pero he aprendido que todo lo que vivimos de
alguna manera nos enseña algo, y son muchas veces esos, los momentos difíciles
los que nos brindan más aprendizaje. Hay un sinfín de cosas que suceden y que
sin embargo no seremos capaces de entender, cosas a las que no les
encontraremos motivos y puede que ni siquiera razón aún a pesar del tiempo, así
que no, no se trata de buscar culpables ni de entender el porqué, creo que
simplemente, se trata de atesorar todas esas memorias y de vivir, vivir
agradeciendo que existieron y ahora son parte de nosotros.
¿Cuántas cosas ignoramos y cuántas más damos por hecho? Sin lugar a
dudas si algo nos enseña la muerte es que la vida es algo que no puede darse
por sentado, que necesita vivirse, aprovecharse, porque se acaba y se va en un
abrir y cerrar de ojos, en el momento en que menos lo pensamos, y es que no
espera, no perdona, y muchas veces ni siquiera avisa, pero lo puede cambiar
absolutamente todo.
Hay muchas cosas de las que no podemos estar seguros, muchas tantas más
que nos seguiremos preguntando, pero creo que las más valiosas son de las que
si podemos tener certeza porque están guardadas no solo en la memoria sino
también en el corazón y se siguen sintiendo como si no hubiera pasado un solo
día. Son esas con las que vale la pena quedarse, las que vale la pena recordar.
Seguramente no habrá un día en que no extrañemos ni añoremos esa compañía, pero
creo que no hay manera más hermosa que honrar a una persona que amamos que
celebrando su vida.
En memoria de las personas que ya no están con nosotros. Especialmente
de mis tres ángeles, ese que me escribe en el cielo, el que duerme con la luna
y el que vivió hasta el final, a ellos por siempre, ¡Gracias!