Celebrar la vida


Este probablemente sea hasta ahora el post que más trabajo me ha costado escribir, pero de alguna manera sentía que me lo debía y se lo debía a aquellas personas que me inspiraron para poder hacer realidad estas letras, así que después de mucho tiempo y de semanas pensando en que necesitaba hacerlo, aquí esta.

Cada uno de nosotros vive y experimenta de manera muy individual el proceso de duelo, de sanación y de despedida hacia nuestros seres queridos que se han ido. No pretendo absolutamente nada más que compartirles un poquito la manera en que yo logré encontrar paz después de perder a personas que significaron tanto en mi vida. Después de todo, repito este proceso es personal y cada persona es libre de experimentarlo a su manera. Y es que creo que de algún modo cuando atravesamos por este tipo de experiencias hay algo en nosotros que cambia, es como si pudiéramos ver la vida con un poquito más de significado, de valor, quizás es también un latente recordatorio de que somos seres finitos y frágiles en un mundo tremendamente impredecible.


Einstein alguna vez dijo, que podíamos ver la vida como si todo lo que nos ocurriera fuese un milagro o, por el contrario, como si no lo fuese. Somos millones de personas en el mundo, viviendo otros millones de realidades distintas, corriendo a través del tiempo, deteniéndonos a veces por pura casualidad y topándonos con personas excepcionales. ¿No es eso ya una enorme fortuna? ¿Que entre tantísimas personas tengamos el enorme placer de coincidir, aunque sea un ratito con alguien que nos ha traído tanta alegría? Si, es cierto que la pena es demasiada, pero sin dudarlo no se compara con los momentos compartidos, esos que, al no tenerlos ya el día de hoy, nos hacen sentir tan tristes.

Por mucho tiempo estuve confusa, enojada, tratando de entender porqués que nunca logré contestarme, buscando respuestas e imaginando posibilidades que se escapaban de mis manos. Si bien es cierto que el tiempo es un aliado que nos ayuda a hacer más llevadero dolor, también es cierto que el perder a un ser querido no es algo que como dirían algunos, “se supera”, creo que va más de aprender a vivir con ello. ¿Y es que realmente quisiéramos dejar en el olvido a alguien que significó tanto? Probablemente lo que buscamos más que olvidar es aprender a recordar sin que nos duela cada vez que se nos viene a la mente. Por lo que creo que quizás la manera más bella de tener presente a una persona que ya no esta, no es enfocarnos en la pérdida ni en el vacío que nos ha dejado, es por el contrario celebrando su vida, agradeciendo la enorme suerte de habernos podido encontrar en algún punto de nuestra existencia.


Hay una frase de Hellen Keller que dice que aquello que amamos profundamente se convierte en parte de nosotros mismos. ¡Que bello regalo tener la posibilidad de llevar con nosotros siempre ese algo que nos hace sentir más cerquita de alguien que, aunque ya no está pareciera como si nunca realmente se hubiera ido! Que paz encuentra uno al mirar al cielo, sentir el suave roce del viento y por alguna razón saber que no estamos solos, de escuchar esa canción mientras caminamos o disfrutamos de un bello día, del atardecer, el mar o hasta de la lluvia, de reconocer ese aroma, ese perfume, de mirar esa película o leer ese libro, saborear ese platillo, visitar ese lugar que tanto le gustaba, de usar esa prenda, ese amuleto de la suerte, que ahora es infinitamente más valioso. Qué maravilla poder ser dueños de esos instantes, de ser testigos que las personas realmente nunca nos abandonan del todo. Qué lindo es el día que, aunque con nostalgia, somos capaces de abrazar esos momentos compartidos, las risas y los consejos. De tomarnos ese tecito, esa copita a su salud, de vivir ¡caray! Y mandar besos al cielo, escribir esa carta que llevamos dentro, de dejar salir las lágrimas y al mismo tiempo sonreír porque de alguna manera sabes que te cuidan, que están contigo en ese logro, en ese sueño, en esa tristeza y hasta en esa angustia.


No es fácil extrañar tanto a alguien a quien siempre querremos y llevaremos en nuestro corazón, no es fácil mirar al calendario y saber que hoy se cumple un día importante, pero he aprendido que todo lo que vivimos de alguna manera nos enseña algo, y son muchas veces esos, los momentos difíciles los que nos brindan más aprendizaje. Hay un sinfín de cosas que suceden y que sin embargo no seremos capaces de entender, cosas a las que no les encontraremos motivos y puede que ni siquiera razón aún a pesar del tiempo, así que no, no se trata de buscar culpables ni de entender el porqué, creo que simplemente, se trata de atesorar todas esas memorias y de vivir, vivir agradeciendo que existieron y ahora son parte de nosotros.

¿Cuántas cosas ignoramos y cuántas más damos por hecho? Sin lugar a dudas si algo nos enseña la muerte es que la vida es algo que no puede darse por sentado, que necesita vivirse, aprovecharse, porque se acaba y se va en un abrir y cerrar de ojos, en el momento en que menos lo pensamos, y es que no espera, no perdona, y muchas veces ni siquiera avisa, pero lo puede cambiar absolutamente todo.

Hay muchas cosas de las que no podemos estar seguros, muchas tantas más que nos seguiremos preguntando, pero creo que las más valiosas son de las que si podemos tener certeza porque están guardadas no solo en la memoria sino también en el corazón y se siguen sintiendo como si no hubiera pasado un solo día. Son esas con las que vale la pena quedarse, las que vale la pena recordar. Seguramente no habrá un día en que no extrañemos ni añoremos esa compañía, pero creo que no hay manera más hermosa que honrar a una persona que amamos que celebrando su vida.


En memoria de las personas que ya no están con nosotros. Especialmente de mis tres ángeles, ese que me escribe en el cielo, el que duerme con la luna y el que vivió hasta el final, a ellos por siempre, ¡Gracias!

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